Los mensajes visuales son omnipresentes en nuestra vida diaria. Nos bombardean constantemente tratando de guiar nuestros pensamientos, conductas o creencias; para tratar de dirigir nuestro comportamiento. La industria de la publicidad se ha vuelto un gigante porque somos más susceptibles a los influjos de la publicidad de lo que creemos.
Dentro de los mecanismos de influencia social existen diversas técnicas para inducir a las personas a obrar en la dirección adecuada, desde las más básicas a las más oscuras e insidiosas, ocultas tras las dimensiones visuales y estéticas de la propaganda.
Seas un empresario, un vendedor, un directivo, un estudiante o tan sólo un consumidor eres tan susceptible a la publicidad como lo somos todos. Al final todos somos persuasores y persuadidos.
Nuestras necesidades más básicas, las más humanas e incontrolables como el deseo de ser aceptados por allegados y extraños o la necesidad de contar con un futuro seguro, libre de preocupaciones y de carencias, son la razón de nuestra vulnerabilidad a la persuasión oculta pese a nuestra capacidad de análisis consciente y autorreflexión. A estas necesidades apelan los anuncios cuyas técnicas van dirigidas a proyectar la ilusión de un futuro mejor.