Llevábamos ya varias horas descendiendo por la ladera de la montaña en una arriesgada aventura de barranquismo en el Bajo Nalón en Cudillero (Asturias), agotados, sin saber ya muy bien porqué aceptamos este desafío. Dar marcha atrás, resultaba impensable, no quedaba más remedio que continuar.
Primeros objetivos
El terreno estaba empinado, helado, el caudal era abundante, pues era época de deshielo, avanzábamos a ciegas sin saber que otras dificultades podríamos encontrar. Miramos hacia delante y nos encontramos una impresionante poza de agua esmeralda. Con energías renovadas todos iniciamos el descenso hacia la ansiada poza.
Nuevos desafíos
Una vez alcanzamos la poza, nos detuvimos por un tiempo, y sí, era impresionante, pero más allá observamos lo que parecía un vertiginoso tobogán natural… había que seguir adelante.
De forma más organizada, pues en este punto, un desliz puede resultar fatal, reemprendimos el descenso: Uno iría primero, para tener una VISIÓN MÁS PRÓXIMA, su objetivo es avanzar; otro iría por detrás para tener una VISIÓN MÁS AMPLIA, observar la situación desde más lejos y poder valorar otras posibilidades. La combinación de ambas visiones sería imprescindible.
Mientras descansábamos y revisamos el equipamiento pensé en cuantas veces habíamos vivido ya está situación en nuestra vida empresarial… Comenzamos de cero, conseguimos clientes, y ¿ahora?… nos planteamos nuevos desafíos.
Cuando iniciamos un proyecto de negocio, todos tenemos una visión inicial más limitada orientada a conseguir cierta estabilidad empresarial, a partir de ahí, es cuando debemos preocuparnos por el crecimiento real de la empresa.